Esta poca conocida zona del sur de Chile, guarda rincones únicos y habitantes abiertos a recibir a turistas interesados en su gastronomía y cultura. Un trío de emprendedoras de la zona comparte sus respectivas historias.
Texto y fotos: Ignacio Palma
Como una oda al sin sentido, la estatua de un minero artesanal del oro permanece en el frontis del Parque de los Trenes de Carahue, región de La Araucanía, Chile. ¿Qué hace la figura de un pirquinero entre antiguas locomotoras y vagones que funcionan como cafetería o tienda de artesanías? La placa dice que es para homenajear el acervo cultural y patrimonial de dichos trabajadores, escasos en la actualidad. Pero hallo confuso que esté plantada en aquel lugar destinado a trenes.
Tratando de encontrar una explicación, me fijo en el dedo de su mano derecha. Apunta hacia la costa, donde antiguamente estaban las grandes minas de oro. Pero más allá de eso, me doy cuenta que, transcurridos los años, hoy existe un nuevo “oro” en esta zona: los atractivos turísticos de La Araucanía costera. Aparte de ser un área poco conocida en comparación al famoso sector andino-lacustre, durante los últimos meses la afluencia de visitantes ha decaído, debido a ciertos embates de la naturaleza (leer anexo para más información).
Pese a ello, entre las diversas ofertas hay interesantes emprendimientos de tres mujeres en Nehuentue, Lago Budi y Queule, respectivamente. Ya sea mediante la gastronomía, alojamiento o el rescate de la cultura mapuche, estas “mineras del oro” aprovechan sus yacimientos turísticos, pirquineando cada mineral de esta nueva zona dorada de La Araucanía.
Fuerza interior
- ¿Quieres conocer mis pollitos?-, me dice Ester Salgado.
Asiento con la cabeza.
- ¡Tikitikitikitikitiki!-, comienza a gritar repetitivamente.
Como si fuera un idioma que sólo comprendieran ellos, una docena de gallinas y un gallo cruzan la calle, para rodear a esta mujer de ojos tan profundamente claros como el río Imperial que está a sus espaldas. Enseguida, saca algunas migas de su delantal, y las lanza para el deleite de sus aves, justo al lado de una señalética que dice: “Se prohíben animales en la vía pública”.
En tanto, en el propio afluente que a escasos kilómetros desemboca en el océano Pacífico, están las otras aves: las asilvestradas. Pelícanos, gaviotas y cormoranes combaten entre ellos, aleteando en la superficie del agua para capturar sus presas del fondo fluvial. El avistamiento de estas aves, con los humedales de fondo, es uno de los mayores atractivos que ofrece Nehuentue, pequeña caleta perteneciente a la comuna de Carahue.
Ester, de 52 años, convive entre estos dos disímiles tipos de especies. Fue dada a luz en el cercano sector de Moncul, “como se nacía antes: en la casita”, dice. Aparte de alimentar a sus pollos, también se encarga de dar de comer a quienes visitan este lugar distante a 85 kilómetros al oeste de la capital regional, Temuco. Hace 20 años, comenzó un emprendimiento gastronómico en su hogar. Y recién en enero pasado agrandó su negocio para administrar la sede de pescadores “Tía Ely Los Palos”, cuya cocinería tiene vistas privilegiadas a los botes pescadores que reposan en el río Imperial. Ofrece platos típicos de esta zona costera, siendo el choro maltón su especialidad. “Es un producto endémico de acá, con un sabor diferente, pues tenemos mareas dulces y saladas, por lo tanto, es más suave. Éste apareció después de una tragedia: el maremoto de 1960”, explica Ester.
A pesar de que su clientela ha decaído en un 70 por ciento por una marea roja que nunca afectó a esta zona, Ester confía en que los próximos meses se revierta la situación. Incluso, cree que, más allá de las bondades que posee, la localidad esconde algo mágico que muchos turistas dicen encontrar. “En mapudungun (lengua mapuche), Nehuentue significa lugar de mucha fuerza, pero no es de fuerza física, sino que interior. Cuando la gente aprende sobre esto, lo sabe y lo practica, viene a renovarse aquí", dice.
Sin embargo, espera que la identidad de Nehuentue se conserve en el futuro. En lugar de que se emplacen grandes cadenas de hoteles y restaurantes como en otras zonas de la región, sueña con que los emprendimientos de la comunidad y el turismo sustentable estén potenciados. “El turismo es una gran industria, pero si no se maneja como se debe, pasará lo que ocurre en todos lados: vendrá más basura y más gente que hará daño. Habrá mayor impacto ambiental, porque nosotros, como localidad chica, no estamos preparados para eso. Los vertederos no son los adecuados”, comenta.
Lago de fuego
Sólo 20 minutos tarda el bote de Héctor Vallejos para cruzar desde el embarcadero Collileufu Grande hasta la isla Llepo. En ese período, mientras el sol lentamente se despide del día a nuestras espaldas, el Budi, lago que separa ambas localidades, se torna de un color fuego, como si lo salobre de sus aguas y los rayos del crepúsculo generaran una combinación infernalmente apacible en su superficie.
Pero eso no es todo: entre el paisaje anaranjado, la avifauna reina los humedales que nos rodean. Diversos tipos de garzas, cormoranes, cuervos del pantano y patos, se despiden del día. Y por supuesto, también está el cisne de cuello negro, especie vulnerable en Chile, pero que aquí sacude sus blancas alas simbolizando libertad.
Ya cuando la isla está rodeada por un manto púrpura, la esposa de Héctor, Jessica Huenten, muestra su emprendimiento familiar: Turismo Budi Isla Llepo. Aquí es posible alojarse en una ruca de paja totora y piso de tierra, que contiene cuatro camas y un fogón en el medio. Además, se pueden conocer historias de la zona, aprender sobre la cosmovisión y gastronomía mapuche, y realizar agroturismo, involucrándose con los integrantes de la familia en su rutina diaria.
Hace 12 años atrás, Jessica trabajaba prestando servicios técnico-agrícolas en la zona, hasta que se dio cuenta de la gran oportunidad que tenía en la isla, cuando varios turistas le consultaban por tours en el lago. Desde aquel entonces, ha recibido a visitantes de diversos puntos de Chile, así como también de Brasil, Argentina, Francia, Alemania y Corea del Sur.
Observando al horizonte, y con un tono de voz que se mimetiza con la calma del lugar, Jessica afirma que las personas vienen por la paz, silencio y tranquilidad que otorga la naturaleza de la isla. “Hemos tenido mucha gente con depresión. Aquí buscan pensar y meditar. Se quedan tres o cuatro noches, y les sirve. Se han ido con otra idea: que la vida es linda, que hay que vivirla y disfrutarla”, destaca esta mujer, mientras las primeras estrellas anticipan lo que será una apacible y despejada noche de luna llena, contrastando con el bullicioso oleaje marino, que incluso se escuchará desde esta zona insular.
Todo se transforma
Una erupción de olores se siente al ingresar a la ruca de María Victoria Ñancuan. El humo de las brasas se compenetra con aromas de ajíes, cochayuyos, cebollas, sierras ahumadas y charquis que cuelgan alrededor del fogón. La fumarola se cuela por un orificio del techo para luego perderse en el costero sector de Cayulfe, ubicado en el kilómetro 20 de la ruta que une Toltén y Queule.
Esta mujer lafkenche usa un trarilongko (cintillo de plata) y trapelakucha (adorno pectoral de plata), atuendos tradicionales de la vestimenta femenina mapuche. Su sapiencia y respeto por la naturaleza en cada opinión que otorga, la demuestra seguido de una sonrisa tan dulce como inquebrantable.
Así, como diría el cantautor uruguayo Jorge Drexler, pareciera seguir la máxima de “nada se pierde, todo se transforma”. Convierte una cabeza de vacuno en una vasija disecada; ahúma el trigo para hacer café de éste; pulveriza el ají hasta reducirlo a merquen; hace conservas y mermeladas de frutas; siembra y cosecha los vegetales en su invernadero, y crea artesanía a base de madera y lana local. “Lo que es basura son sólo los papeles higiénicos y pañales. Todo lo otro se puede reutilizar. Hay que saber respetar y cuidar mucho a nuestra Madre Tierra. Uno debe amar todo lo que hace en la vida, para que así, nosotros, los que disfrutamos en el presente, los demás también lo hagan en el futuro”, dice, como si fuera un lema de vida, antes de beber un sorbo de mate.
Con esta filosofía, en 2008 inició su emprendimiento en este terreno de 200 metros cuadrados. Primero ofreció servicios de camping. Luego, se capacitó en el área turística. Amaba tanto su cultura que, junto a la ayuda de su familia, en 2011 concretó su mayor anhelo: una ruca construida a base de junquillos. En esta infraestructura, además de ofrecer delicias culinarias caseras y un grato ambiente, hay disponible una cama para el huésped. Entre las actividades, destacan cabalgatas, pesca deportiva en río y mar, y avistamiento de aves.
Analizando en retrospectiva, cuenta cómo su “Camping y Ruka ‘La Victoria’”, ha dado grandes frutos. En la última temporada registró un centenar de visitantes, tanto chilenos como extranjeros. Algunos de ellos planeaban quedarse por unos días, pero finalmente su estadía duraba semanas. “Cuando se van, tomamos ese apego y nos duele despedirnos. Algunos vuelven también”, concluye María Victoria.
Anexo:
Plan de contingencia turística
Este año no ha sido el mejor para los emprendedores turísticos de La Araucanía costera. Dos importantes varazones de sardinas en Queule y Caleta La Barra de Toltén, en abril y mayo, respectivamente, han incrementado la reticencia de los turistas por visitar la zona. A esto se suma la pasada marea roja que afectó a las costas de las regiones de Los Lagos y Los Ríos. Si bien no alcanzó a contaminar los mariscos de La Araucanía, igualmente influyó en la escasa llegada de visitas a los destinos. Según estimaciones oficiales, las afluencia cayó en un 60 por ciento.
Ante esto, el Servicio Nacional de Turismo (Sernatur) de La Araucanía, junto a otras secretarías ministeriales, ha liderado un plan de reactivación. El primero, contempla promoción regional y nacional de los atractivos turísticos. Y el segundo, apoyo a las iniciativas turísticas que se desarrollen en la zona. “La idea de nosotros fue identificar cuáles son los casos que ya cuentan con recursos para poder proyectarlos con un estándar determinado, y cuáles son los que requieren apoyo en producción y promoción”, destaca el director regional de Sernatur Araucanía, Richard Quintana.
Sin embargo, el presidente del Consejo Nacional de Defensa del Patrimonio Pesquero (Condepp), Hernán Machuca, solicita que los pescadores también estén incluidos en estos planes de contingencia turística, pues han disminuido en un 70 por ciento sus ganancias en comparación al mismo período del año pasado. “Sernatur está promoviendo, pero las organizaciones de pescadores están al margen. Cuando hay una caleta de pescadores artesanales con identidad, lo mínimo que hay que hacer es tener a los involucrados dentro del sistema (…). Creo que hay que incorporarlos. Todos somos necesarios”, dice el también concejal por Carahue.