Por Jens Benöhr, Patrick Lynch & Paulo Urrutia
Cada vez con mayor frecuencia, innumerables personas dejan la vorágine de las ciudades para voltearse a apreciar y experimentar la naturaleza en todo su esplendor. En cada montaña, en cada valle, en cada río y en cada lago, hoy es recurrente encontrarse con un mayor número de individuos practicando deportes al aire libre, quizá como una forma de conocer un poquito más este pálido punto azul -como llamó a la Tierra el astrónomo Carl Sagan- que habitamos.
A través de actividades como el senderismo, el montañismo, el ciclismo, el surf y el kayak podemos explorar diversos ecosistemas y, a la vez, recordar los límites de la comodidad urbana. Al aire libre nuestros cuerpos están a merced del frío penetrante, del calor abrasante del sol o de la dureza implacable de una roca, pero también de la suavidad de los musgos y el incesante rumor del agua que fluye libremente. Y es que practicar un deporte al aire libre no es simplemente una forma de escape, es sobre todo una gran herramienta de aprendizaje mediante los sentidos y puede generar profundos sentimientos de apego a un lugar.
Bestias salvajes
Hace algunos años, junto a un grupo de amigos unidos por el amor a la naturaleza, decidimos crear un colectivo llamado Bestias del Sur Salvaje. El kayak y el montañismo nos han permitido recorrer grandes territorios intervenidos, “zonas de sacrificio” en cuyo entorno se percibe una profunda tristeza y rabia producto del alto daño socioambiental provocado por la excesiva explotación del medioambiente.
Cuando nos aventuramos por primera vez en los rápidos del mítico río Biobío, quedamos consternados por el negativo impacto que las centrales hidroeléctricas Ralco y Pangue han causado en las comunidades pehuenche. Algunos amigos, habitantes del Alto Biobío, nos cuentan que las represas “enfermaron” a las personas, causando suicidios, alcoholismo y pobreza. No es un hecho aislado, se trata de los efectos que se han descrito reiteradamente en proyectos similares en distintas partes del mundo.
Esto nos motivó a organizar el primer festival de río en la zona: el Biobío Vive. Este festival mezcla actividades de educación ambiental con deportes al aire libre, buscando acercar a los participantes a los ríos y a la naturaleza en general. Realizar actividades como kayak y rafting en una de las cuencas de sacrificio más grandes de Chile es un manifiesto político claro: las hidroeléctricas construidas allí deben ser desmanteladas para impulsar la restauración del río Biobío, siguiendo el ejemplo de Estados Unidos, que hasta la fecha ha desmantelado más de mil represas.
Remando juntos
Un elemento clave para nuestro colectivo ha sido formar alianzas con otras agrupaciones, y reconocer nuestros límites de la misma manera que lo hacemos en el río. Existen grandes ejemplos del compromiso de los deportistas en proyectos de gran alcance en Chile, como Ríos to Rivers, Punta de Lobos, Te Mahatu Surf Social y la escuela Los Escualos, entre otros.
En plena Patagonia, esta última iniciativa lleva casi 20 años trabajando en Cochrane, desde que su fundador Roberto Haro -conocido como “Profe Haro”- consiguió los primeros kayaks que le han dado la posibilidad a niños y jóvenes de remar por los ríos Cochrane y Baker, convirtiéndose así en una institución de carácter cultural que enseña sobre deporte y conciencia ambiental. Jaime Lancaster y Nicolás De la Rosa, exalumnos de esta escuela, son hoy destacados deportistas chilenos que viajan por los ríos del mundo con un claro mensaje: “Remamos por una Patagonia sin represas”.
Ríos to Rivers, en tanto, es una ONG liderada por el kayakista norteamericano Weston Boyles, que realiza programas de intercambio que han permitido a jóvenes patagones visitar sitios como el río Colorado, en California, y el río Klamath, en Oregón. En este último se espera efectuar para el 2020 el mayor desmantelamiento de una represa a nivel mundial, con lo que se transformará en un ejemplo notable de colaboración entre comunidades indígenas y norteamericanas por la recuperación de un río libre.
Recientemente, Ríos to Rivers llevó a cabo una travesía en el río Baker con jóvenes del río Klamath, estudiantes de Los Escualos y representantes pehuenche del Alto Biobío. En base a la cooperación y apoyo mutuo entre los movimientos y personas que conforman estas iniciativas, estos encuentros permiten generar redes y vincular ideas en torno a la conservación y el deporte, profundizando el trabajo que pretendemos hacer a largo plazo.
Compromiso sin fronteras
Un gran aprendizaje que nos brindan los ríos es que las fronteras no existen. Chile comparte 40 cuencas con Argentina, lo que abre la posibilidad de trabajar en conservación transfronteriza con grupos vecinos e instituciones internacionales, donde los límites nacionales no son una barrera. Las fronteras políticas son invenciones humanas, por lo que debemos asumir la responsabilidad de buscar y conocer personas en otras cuencas, países y continentes. En cada sitio existen individuos conscientes de la necesidad y urgencia de colaborar para proteger los últimos lugares salvajes del planeta, y el extremo sur de Chile es uno de ellos: sus indómitos ríos todavía corren libres hacia el mar, y las comunidades locales han aprendido a convivir con ellos en armonía.
Los deportistas tenemos la gran oportunidad de ser mensajeros. Viajando por mares, ríos y montañas de todo el mundo solemos encontrar los mismos problemas. Si logramos combinar los deportes que tanto nos apasionan con acciones concretas por los ecosistemas que visitamos y sus habitantes, seremos un gran aporte a la protección de este pequeño punto azul.