Por Zoe Baillargeon y Cristóbal Pérez
Conocida por ser el hogar de la poderosa Cordillera de los Andes y muchas otras cimas que sobrepasan la marca de los 6700 metros —incluido el Aconcagua, el aporte de Argentina a las Siete Cumbres y el pico más alto del continente—, Sudamérica es un lugar ideal para escalar montañas. Pero estas cumbres escarpadas han sido históricamente consideradas como un terreno de hombres.
Sin embargo, actualmente los movimientos feministas, por los derechos de las mujeres y por la igualdad de género (como #NiUnaMenos), están ganando apoyo y atención en las culturas tradicionalmente machistas de Sudamérica, y ese mensaje de empoderamiento femenino también se está extendiendo a los deportes al aire libre.
Uno de estos movimientos es Mujer Montaña, una colectividad de mujeres de todas las edades y profesiones que provienen de todo el continente y que realizan escaladas y caminatas juntas. Su misión es "trascender el deporte y entender el montañismo como un puente poético para despertar la montaña que cada persona lleva dentro".
“Es nuestra aspiración promover y difundir, en forma responsable y sustentable, la práctica del senderismo, escalada en roca, alta montaña y deportes de aventura, generando espacios de intercambio deportivo, educativo, cultural y social, junto a un compromiso vital respecto al medioambiente y el impacto que dejamos en nuestra tierra”, explica Griselda Moreno, cofundadora del grupo.
Un grupo independiente que recibe apoyo de distintos gobiernos y organizaciones, así como también obtiene fondos a través de sus propios miembros, quienes pagan para participar en las actividades organizadas en la naturaleza, Mujer Montaña tuvo su primer encuentro internacional en Bolivia en el 2013, país de origen de la otra cofundadora del grupo, Denys Sanjinés. Desde entonces, una vez al año se reúnen en un país diferente (Argentina, Ecuador, Perú y México), donde se embarcan en excursiones y ascensos planificados, participan en talleres educativos y promueven su mensaje en las comunidades locales.
Los talleres cubren todo tipo de temas, incluyendo primeros auxilios en áreas silvestres, ecología, reforestación, cartografía y navegación por GPS, y técnicas de escalada. Todas sus actividades y trabajos pretenden ser lo más sustentables y ecológicas posible, llamando al respeto por el medioambiente y desarrollando una verdadera relación con la naturaleza como uno de sus principales objetivos. Pero también se trata de fomentar una atmósfera de respeto, compañerismo, solidaridad, generosidad y amistad, creando un lugar para que las mujeres se desafíen y crezcan.
Para Moreno, quien además de desempeñarse en su cargo en Mujer Montaña es periodista y fotógrafa, escalar montañas es mucho más que el acto físico.
“El desafío de escalar físicamente una montaña, con todos sus dramas y maravillas, sirve como un espejo de las cumbres internas. La montaña se transformaba entonces en una fuente mágica de fortalecimiento para hollar las cumbres más importantes: las de la vida”, asegura.
Mujer Montaña tuvo recientemente su primera estadía en Chile, reuniéndose en Santiago en octubre del 2018 para dar una charla con la famosa montañista chilena Patricia Soto (la primera mujer chilena y sudamericana en llegar a la cima del Monte Everest y de todas las Siete Cumbres) y otras escaladoras chilenas. Luego, se trasladaron a la región de Aysén durante dos semanas y media en las que realizaron talleres y actividades en colaboración con, entre otros grupos, NOLS, CONAF y el Gobierno Regional. Moreno señala que eligieron celebrar el encuentro en Aysén principalmente por la gran cantidad de lugares para escalar y explorar, pero también por otra razón muy importante: “Tristemente, esta región muestra los mayores índices de mujeres violentadas en Chile”.
El mensaje de empoderamiento, amistad, respeto y solidaridad que entrega Mujer Montaña a las mujeres y al medioambiente está llegando a un punto crucial en la historia de los derechos de las mujeres, particularmente en Sudamérica, donde ellas toman —cada vez más— posiciones contra la violencia, la discriminación de género y los estereotipos.
“La lucha por el reconocimiento de las capacidades de la mujer fuera de los ámbitos domésticos ha sido intensa y sigue siendo urgente”, dice Moreno. “En el mundo de la montaña, el ingreso de la mujer a los grandes retos ha sido bien arduo. En ese universo históricamente masculino, donde la aventura y la exploración no cabían en pieles femeninas, la mujer tuvo que demostrar que era capaz de vestirse de roca y hielo y abrir una ruta compleja con la nieve a la cintura”.
Pero tal como escalar una montaña es un proceso lento, donde es necesario colocar un pie delante del otro y luchar contra los elementos en cada paso del camino, también lo es la ruta hacia la igualdad y un mundo mejor para las mujeres. La cima está todavía muy lejos, a menudo cubierta por nubes.
“En términos generales, creo que se avanza a una sociedad diferente, en algunos sectores puede notarse más, en otros no tanto, y en algunos otros estamos aún lejos, sobre todo en el desarrollo igualitario de las mujeres rurales”, sostiene Moreno.
Mientras tanto, proporcionar a las mujeres de Sudamérica un grupo donde puedan aprender y salir al aire libre, descubriendo su fuerza interior y superando límites personales en el proceso, es una victoria en sí misma. Así están ayudando a “escribir la historia del montañismo hecho por mujeres en América Latina a partir de visibilizar lo realizado por mujeres de generaciones anteriores, así como lo que es contemporáneo”.