Inmersos en el Parque Nacional Cabo de Hornos

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Texto y fotos por Ignacio Palma
 
Desde el 18 hasta el 29 de enero pasado, integrantes de una expedición científica organizada por el Programa de Conservación Biocultural Subantártica (PCBS), estuvieron en la isla Hornos, ubicada en el archipiélago Cabo de Hornos y el homónimo parque nacional, con el fin de investigar los ecosistemas más australes del mundo frente al cambio climático que sucede en la actualidad, y también para facilitar información pertinente a la Corporación Nacional Forestal (Conaf), organismo que encabezará un plan de manejo en la zona.
 
El equipo interdisciplinario, compuesto por 14 personas, recorrió los diversos sectores que comprenden esta zona insular y área silvestre protegida, investigando la flora y fauna, tanto en la zona intermareal como terrestre, así como también vestigios arqueológicos que hayan podido descubrir en los posibles primeros asentamientos humanos ocurridos hace 8 mil 500 años en el sector.
 
El gobernador de la Provincia Antártica Chilena, Juan José Arcos, agradece el aporte científico que ha realizado este programa que lo integran la Universidad de Magallanes, el Instituto de Ecología y Biodiversidad y la Fundación Omora. Recalca que el próximo Centro Subantártico Cabo de Hornos, actualmente en construcción en Puerto Williams, será muy útil para las futuras investigaciones, tanto para los científicos locales como extranjeros. Del mismo modo, será beneficioso para los vecinos de la capital provincial, pues tendrá un centro interpretativo abierto a toda la comunidad.
 
“La actividad investigativa que se está realizando en el Cabo de Hornos tiene una importancia trascendental, porque además nos llama a la consciencia ecológica y al cuidado de los últimos bosques subantárticos que existen en el mundo”, enfatiza la máxima autoridad provincial.
 
 
 
 
Explorando el bosque más austral del mundo
El director del PCBS, el biólogo chileno Ricardo Rozzi, no podía esconder su satisfacción tras la expedición número 63 que encabezó en esta zona declarada por la Unesco como Reserva de la Biósfera el año 2005, designación de la que él fue uno de los principales artífices para que sucediera.
 
El también doctor en Ecología y filósofo no duda en entregar su diagnóstico frente al estado de conservación de Cabo de Hornos. “Si esto fuera medicina, el paciente está sano. Y si hay un paciente sano en un mundo que tiene un calentamiento global, una crisis ambiental, ese paciente tiene que ser modelo. Cabo de Hornos tiene la posibilidad de conservarse”, declara mientras el cerro Pirámide se esconde en el horizonte desde la Oveja Negra, embarcación de 80 toneladas construida casi en su totalidad con madera, en la cual navegamos por los mares australes.
 
Razón tiene Rozzi con dicha aseveración. Basta con recorrer la isla junto a él para enterarse de la biodiversidad única que contiene la zona, en donde sus habitantes naturales deslumbran por su inteligencia para hacer frente al inestable clima, muchas veces con vientos brutales que superan los 100 kilómetros por hora originados principalmente en la Antártica, ubicada a menos de mil kilómetros de distancia, sólo separada por el Paso Drake y el archipiélago Diego Ramírez. Estas dos últimas zonas fueron declaradas parque marino el 21 de enero pasado por el Gobierno de Chile.
 
 
 
 
 
 
Así, por ejemplo, en la isla Hornos está el achaparrado bosque más austral del mundo compuesto por coihues de Magallanes que pueden llegar hasta los ocho metros de altura. En sus troncos hay una amplia diversidad de líquenes que captan el spray marino, el cual, al caer con las sales del mar, convierten al suelo en una superficie muy fértil, transformándola en una verdadera esponja de hepáticas y musgos. “Cuando llueve no corre el agua, absorbe todo, y cuando no llueve la va soltando, por lo tanto, aquí en la isla Hornos no hay sequía y no hay inundación. Si de esto aprendiéramos una lección para el resto de Chile, ganaríamos mucho”, reflexiona Rozzi tras haber caminado por la cima de una colina con grandes ráfagas de viento que disparaban gotas de granizo dirigidas quirúrgicamente hacia nuestros ojos.
 
Descendiendo un poco más en el retorno al sector del faro, la Alcaldía de Mar de la Armada de Chile, la Capilla Naval Stella Maris y el Monumento al Albatros, nos topamos con otra originalidad de la flora austral: una pradera de claveles de cordillera. Esta blanca flor, rodeada por musgos lanosos y yaretas, es común en la alta cordillera de los Andes. Sin embargo, en esta isla crecen prácticamente a la altura del mar, como si estuviese en el altiplano.
 
Rozzi explica que “a medida que aumenta la latitud, y este es el extremo latitudinal del continente, es como si aumentara la altitud. Este clima es parecido al que se encontraría en el alto páramo de Colombia, Ecuador, Bolivia o Chile, y aquí la tenemos prácticamente a nivel del mar”. Sin duda, la existencia del clavel de cordillera en esta zona, alguna vez minada por un conflicto chileno-argentino que afortunadamente no escaló, es una linda metáfora de paz que entrega la naturaleza.
 
 
 
 
Parque libre de especies exóticas
Uno de los puntos importantes que Rozzi destaca en esta expedición es “confirmar que esta isla y este parque nacional están prácticamente libres de especies exóticas, tanto de plantas como de animales”. En la expedición logró observar carancas –comúnmente llamadas gansos de la costa-, una importante cantidad de patos motor y una gran colonia de pingüinos de Magallanes y algunos pingüinos de penacho amarillo, cuyos nidos se encontraban desde la costa hasta por lo menos 20 metros de altitud por sobre el nivel del mar, entre hebes, arbustos de chauras, tussocks de hasta dos metros y coihues magallánicos. “Esta situación no se ve ahora en la isla Navarino debido a la invasión del visón, por lo tanto, tenemos un refugio”, menciona.
 
Mientras continúa en la bahía y pingüinera de la isla, ubicada en las faldas de la cara este del cerro Pirámide, el cual desencadena en el mismísimo Cabo de Hornos por el lado sur, el especialista observa hacia la cuenca –la más austral del planeta- y diagnostica que “tiene árboles sanos, muy cargados de líquenes, musgos e incluso canelos floreciendo y fructificando, con una avifauna que viene a alimentarse de esos frutos, como el fiofío y otros pájaros que estuvimos analizando”.
 
Esto es sólo una pequeña parte de la investigación y monitoreo que el equipo realizó durante la expedición. Se suman un herbario con aproximadamente 60 especies, la instalación de cuadrantes permanentes para monitorear el avance o retroceso de los distintos tipos vegetacionales, y muestreos con fotocuadrantes de la zona submarina intermareal de por lo menos dos costas –la concurrida Caleta León y una desolada playa de la península Espolón-. La diversidad de bosques marinos compuestos por algas, peces y moluscos varía entre una y otra.
 
 
 
 
Un hotspot de biodiversidad ante el calentamiento global
Según el microbiólogo y ecólogo, Roy Mackenzie, quien fue parte de la expedición, estos estudios son importantísimos para el futuro no sólo de Chile, sino que del planeta, especialmente ante un calentamiento global que proyecta aumentar en 3 grados Celsius la temperatura de la Tierra entre 2050 y 2100.
 
“Si perdemos ese hotspot de biodiversidad, no vamos a poder entender ni comprender la forma ni la ecología que tienen estas islas en ningún otro lugar del mundo. Es nuestro deber y nuestro menester saber cómo funcionan los distintos tipos vegetacionales que existen en Chile. Y estos, particularmente por lo remoto y lo difícil de acceder a ellos, son unos de los más desconocidos en el planeta”, dice Mackenzie, tras recalcar que cinco de cada 10 plantas de la isla no existen en ningún otro lugar del mundo.
 
Rozzi complementa: “Al nombrar la Reserva de la Biósfera Cabo de Hornos, la planteamos como un centinela para el cambio climático. En esta expedición vinimos a instalar no sólo termómetros sino que a medir los árboles, para ver cómo están reaccionando. Después de 20 años de investigación, podremos informar qué signos, qué cicatrices, qué síntomas deja el cambio climático”.
 
 
 
 
Hacia un adecuado plan de manejo
Toda la información recabada la facilitarán a Conaf para que lidere un plan de manejo en el Parque Nacional Cabo de Hornos, iniciativa que el organismo estatal ya ha comenzado en los otros dos parques nacionales de la Provincia Antártica Chilena –Yendegaia y Alberto de Agostini-. Todos ellos pertenecen a la Reserva de la Biósfera Cabo de Hornos.
  
Felipe Méndez, estudiante de doctorado de biología y ecología aplicada de la Universidad de La Serena, quien trabaja junto a Rozzi en el desarrollo de información para los planes de manejo, explica que esta actividad en terreno se realiza mediante una metodología de estándares abiertos, la cual permite identificar objetos de conservación y también las amenazas sobre éstos. Méndez coincide con sus compañeros de equipo en que esta zona se mantiene prístina y con muchas especies únicas, y se alegra por no haber evidenciado ninguna amenaza.
 
“La idea principal de los planes de manejo es darle a Conaf las herramientas necesarias para que ellos tomen las decisiones en cuanto al futuro del parque. En general, los planes de manejo tienen una vida útil de cinco años, y hay que volver a actualizarlos. Pero ya sentando las bases necesarias para hacer un plan, Conaf puede poner atención a las amenazas que nosotros identifiquemos. En el caso de encontrar la presencia de visón en la isla Hornos, hay que empezar a ver la forma de controlar su presencia”, detalla.
 
 
 
 
 
 
 
De acuerdo a Méndez, para evitar las amenazas, es importante diseñar las estrategias de conservación en los planes de manejo. “Como acá tenemos un punto de la Armada donde reciben y atracan cruceros con turistas, es importante darles ciertas recomendaciones, como por ejemplo, el posible traslado de especies exóticas, como plantas que están principalmente en los zapatos. Hay que recalcar el uso de los senderos y también desarrollar futuros senderos para que la gente pueda visitar un poco más la zona del parque. Eso a través de las recomendaciones que nosotros les demos en los planes de manejo”, manifiesta.
 
Rozzi complementa que esta investigación no se hace de manera independiente, puesto que el programa recibe colaboración internacional y también de Conaf, la Subsecretaría de Pesca y la Armada de Chile, instituciones a las que agradece su disposición. El también académico de las universidades de Magallanes, Chile, y North Texas, Estados Unidos, menciona que además de la conservación, propondrán el ejercicio de un turismo sostenible en la isla, como la instalación de un telescopio de largo alcance en el Monumento al Albatros, para que los visitantes puedan apreciar detalladamente los bosques subantárticos desde la península Espolón. Aconseja que la infraestructura de alojamiento debería concentrarse en Puerto Williams o Puerto Toro, y se deberían ofrecer servicios de navegación desde aquellas localidades. Todo esto, con el fin de no dañar la biodiversidad en la cumbre austral de América, latitudinalmente hablando.
 
Han pasado casi 20 años desde que Rozzi inició su cruzada por conservar este hermoso pedazo de tierra y mar, y hoy más que nunca enfatiza el gran compromiso que tiene Chile para enfrentar el calentamiento global. Lo ejemplifica con la designación de nuestro país para ser sede de la 25° Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático, a realizarse en una fecha a definir entre fines de 2019 y principios de 2020. “Tal como en medicina es mejor prevenir que curar, en esto es mucho mejor conservar que después tener que remediar o restaurar. Cabo de Hornos es uno de los pocos refugios en el mundo, y representa un pulmón azul dado por el mar y un pulmón verde dado por el Cabo de Hornos y su cuenca forestal”, concluye.
 
 
 

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