Por Tomás Moggia
Durante los últimos 50 años se estima que el cambio climático ha provocado un declive mundial de los bosques de alga parda (Macrocystis pyrifera) en torno al 38%, aunque gracias a sus particulares condiciones los fiordos y canales de la fragmentada costa de la Patagonia chilena se han transformado en uno de los últimos grandes refugios de esta especie, comúnmente conocida como huiro o calabacillo.
Debido en parte a su asombroso crecimiento, que en condiciones óptimas puede llegar a tasas diarias cercanas al 5%, el huiro puede formar grandes bosques submarinos que cumplen una función ecológica vital en el ecosistema, ya sea como parte de la cadena trófica o sirviendo como lugar de refugio y reproducción para diversos organismos.
Tomando como área de estudio el fiordo Yendegaia, ubicado en el Canal Beagle, en la región de Magallanes, un grupo de científicos llevó a cabo una investigación para caracterizar fisiológicamente los bosques de huiro y comprender cómo están lidiando con el cambio climático.
“Fotobiología del alga gigante Macrocystis pyrifera en el fiordo glaciar Yendegaia (Tierra del Fuego): ¿una mirada al futuro?”, se tituló la investigación, cuyos resultados fueron publicados recientemente en la revista científica Science of the Total Environment –leer aquí el estudio-.
Tras análisis realizados en terreno -con el glaciar Stoppani de fondo vertiendo sus aguas al mar- y en laboratorio, el equipo de investigadores del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL) de la Universidad Austral de Chile (UACh) concluyó que los bosques de huiro generan una estrategia de aclimatización única ante las nuevas variables medioambientales ocasionadas por el cambio climático, entre ellas la escasez de luz debido a factores de estrés como una mayor turbidez en el agua y altos niveles de material particulado, lo que ha llevado a la especie a optimizar la captación de luz disponible para realizar fotosíntesis.
“El fiordo Yendegaia en la actualidad nos está mostrando lo que ocurrirá en otros tipos de glaciares en la Patagonia en el futuro. El panorama que vislumbramos hoy posiblemente sea el mismo que tendremos en 30 años, considerando los escenarios futuros más pesimistas de cambio climático. A pesar de todo, el alga seguirá allí”, sostiene Mauricio Palacios, autor del estudio.
Por medio de análisis químicos y microscopía electrónica de transmisión, se detectó que las muestras colectadas en Yendegaia contenían abundante presencia de sustancias fenólicas antiestrés denominadas florotaninos, las cuales permitirían hacer frente a la radiación ultravioleta, la temperatura y la acción de herbívoros, demostrando que el huiro se adapta constantemente a las cambiantes condiciones del entorno.
Se espera que a medida que los glaciares retrocedan emergerán nuevas áreas de fondo marino que podrán ser colonizadas por estas macroalgas, las cuales podrían expandir su distribución trayendo consecuencias para la biodiversidad de los fiordos y canales patagónicos, lo que toma mayor relevancia si se considera que los bosques submarinos de huiros albergan uno de los ecosistemas más productivos del planeta.