Nueva regulación para seguir con los abusos de siempre

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El día viernes 27 de Noviembre del 2009, El Mercurio publicó una nota donde anunciaba que se “destrababan” las reformas a la Ley General de Pesca y Acuicultura que permiten, entre otras, la privatización del mar de todos los chilenos.
 
El periódico se refería, ni más ni menos, que los senadores de la Comisión de Hacienda habían logrado consensuar una indicación para eliminar, como causal de caducidad de una concesión acuícola, la falta reiterada de las empresas a las normas laborales, un requisito defendido principalmente por el Senador Pedro Muñoz (PS) para aprobar estas reformas. 
 
La aprobación del paquete de reformas que presentará la Presidenta Bachelet en enero del año 2010 para convertir a la Ley de Pesca en una Ley de Privatización del Mar, busca que las arruinadas empresas salmoneras noruegas, españolas y japonesas se queden con nuestro “futuro esplendor”. También permitirá que las empresas salmoneras sigan explotando a los trabajadores encerrados en cámaras de frío a -12º C y durante 12 a 14 horas diarias, estando de pie. ¿Estamos avanzando?
 
La cacareada “Acuicultura 2.0”, quedará en condiciones de replicar las mismas condiciones laborales que se observaban en la ya desaparecida industria salmonera de Barros e Infante, que a punta de subsidios estatales, explotación laboral y destrucción ambiental, se mantuvo a flote durante 20 años, sin demostrar jamás que era capaz de sobrevivir sin el dinero de todos los chilenos que generosamente le regalaba CORFO, sin la destrucción de los ecosistemas que intervenía y sin la explotación inhumana de sus trabajadores. 
 
La salmonicultura fue una industria que se apropió de todos los derechos de sus trabajadores, persiguió sindicatos y sindicalistas,  discriminó a las mujeres embarazadas y a las que tenían niños pequeños, pagó sueldos miserables que no le dieron capacidad de ahorro a sus empleados, inventó empresas de papel para entorpecer las negociaciones colectivas, recurrió a la represión estatal para castigar a sus trabajadores en huelga y mantuvo un ejército de especialistas en prevención de riesgos cuya función era convencer a cada trabajador que la tendinitis que lo afectaba era culpa de sus padres, porque lo trajeron al mundo “mal hecho”. 
 
Más de 100 trabajadores salmoneros murieron en la salmonicultura en Chile en los últimos 7 años. En Noruega ninguno. 
 
Ese fue el resultado más brutal de los abusos laborales que toleraron los servicios estatales competentes en materias laborales y que no pudieron detenerse porque la Bancada Salmonera de Vallespín, Recondo, Horvath y otros lo impidieron en el año 2006, cuando se investigaba a esta “exitosa” industria por sus abusos laborales y la contaminación del medio marino que causaba.
 
Ninguna de esas muertes pesan en las conciencias de los que siguen, con votos de los trabajadores, defendiendo los intereses empresariales o la imagen-país para que Chile haya conseguido entrar a la OCDE y logre créditos más blandos para seguir alimentando ilusiones, como lo fue la salmonicultura, que ahora necesita apropiarse de nuestro Mar Austral para poder pagar parte de la farra. Porque para conseguir salir a flote, se necesita tener más de lo perdido, sin cambiar lo que posibilitó parte del posicionamiento antes de la crisis, asumiendo que cualquier tipo de costo es justo.  
 
Ninguno de los derechos laborales fue respetado en ninguna de las 3 regiones más australes del mundo, donde se instaló esta versión acuícola de la Maldición de Malinche. Hoy, los parlamentarios que viven en función de cualquier otro interés que sea distinto a la soberanía nacional y a los derechos de los trabajadores, vuelven a condenar a los futuros trabajadores de la acuicultura intensiva de salmones o de otra especie, a seguir colaborando con las estadísticas de infraccionalidad laboral, de mortandad de trabajadores o de accidentes graves e invalidantes.
 
Si la Ley de Privatización del Mar que pretende el gobierno socialista, es aprobada tal como lo quieren los bancos (los verdaderos dueños de las salmoneras) la situación de los trabajadores será peor que antes: ya no hay sindicatos y las Federaciones de Trabajadores Salmoneros ahora son asociaciones de cesantes y los trabajadores acuícolas del futuro seguirán muriendo o quedarán lisiados de por vida tras haber, probablemente, re-elegido a los parlamentarios que consagraron ese futuro para ellos. Todos los trabajadores tendrán una condición de empleo privada, cada vez más secreta y dejada a su varada suerte. 
 
 

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