Reinsertando el ñandú en la estepa Patagónica

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Foto: Tompkins ConservationFoto: Tompkins Conservation
 
 
Por Caterinna del Río Giovannini
 
Es fácil malinterpretar el estado de conservación del ñandú (Rhea pennata), una especie que habita la amplia y extensa estepa patagónica del sur de Chile y Argentina.
 
Tan vastos terrenos, que abarcan miles y miles de hectáreas, hacen que sea un buen hogar para esta ave de aspecto extraño, con su cuello alargado y su diminuta cabeza ¿cierto? Potencialmente, sí. Pero la realidad es que un gran hábitat significa que los ejemplares de ñandúes en edad reproductiva están a menudo dispersos y aislados unos de otros, poniendo en riesgo la diversidad genética de la especie. Además, los extensos pastizales de la estepa patagónica están destinados al pastoreo de ganado, generando una dura competencia por los arbustos, hierbas y frutos de cactus que componen su dieta.
 
Esta especie de ñandú es un ave que alcanza un metro de altura y pesa hasta 25 kilos, tiene una esperanza de vida de unos 11 años, y tiene tres dedos en lugar de dos como los avestruces. A pesar de sus grandes alas, es un ave no voladora, y en cambio las usa para correr a velocidades de hasta 70 kilómetros por hora, una característica efectiva para superar a depredadores como pumas y zorros. Aunque cuando la velocidad no es suficiente, despliega sus garras afiladas para defenderse.
 
En Aysén, durante años la especie se vio golpeada por la pérdida sistemática de su hábitat a causa de la ganadería, quedando para el año 2015 sólo 18 ejemplares en el Valle Chacabuco, que ahora forma parte del Parque Nacional Patagonia. Encima, esta pequeña bandada estaba separada por casi 200 kilómetros de la población de ñandúes más cercana en la estancia Baño Nuevo, cerca de Coyhaique.
 
 
Foto: Tompkins ConservationFoto: Tompkins Conservation
 
 
La situación era poco alentadora, pero gracias a la creación del Centro de Reproducción del Ñandú en el Parque Nacional Patagonia en Aysén, la suerte de esta especie en Chile está cambiando. Durante los últimos cinco años, el equipo de Tompkins Conservation ha trabajado estrechamente con la Corporación Nacional Forestal de Chile (CONAF) para fortalecer la población silvestre de ñandú.
 
El programa de Rewilding llevado a cabo dentro del parque tiene la misión no solo de empujar la población en términos numéricos y de distribución geográfica, sino que también apunta a que el ñandú recupere su función en el ecosistema. Esperan ver una población próspera, con número de ejemplares que les permita interactuar con otras especies, beneficiando a la estepa a través de la dispersión de semillas o asociándose con  guanacos para monitorear y prevenir los ataques de pumas.
 
Durante el año 2020 el centro reprodujo diez ejemplares naturalmente y seis a través de huevos incubados artificialmente traídos desde otra población silvestre sana “de esa forma nosotros aumentamos el número de charitos (crías de ñandú) que produce el centro”, cuenta a Patagon Journal Cristián Saucedo, médico veterinario y director de Rewilding. Una vez que nacen, estos son entregados a los machos de la especie, los que se encargan de incubar los huevos durante 40 días y luego cuidar de las crías. “Nos valemos del fuerte instinto paternal que tienen los ñandúes. Los machos son quienes incuban y quienes otorgan todo el cuidado parental. Los charitos son super delicados y vulnerables a las bajas temperaturas, nacen con un delgado plumaje que los hace totalmente dependientes del papá”, explica.
 
La meta del centro es seguir apoyando sostenidamente la recuperación de la especie hasta alcanzar los 100 especímenes adultos silvestres dentro del Parque Nacional Patagonia. Y van por buen camino, en tan solo cinco años los Ñandúes se han multiplicado hasta alcanzar una población de 74 ejemplares en el Valle Chacabuco. Para Cristian “la mitad del trabajo ya está hecho, cuando alcancemos los 100 ejemplares estimamos que la población estará en condiciones de perpetuarse por sí  misma y prosperar sin más intervención.”
 
 
 
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