Por Jimmy Langman
Nota del Editor: El siguiente fue publicado en la Edición 1.
Hace tres años, el río Baker de la Patagonia chilena triplicó de golpe su caudal y provocó un “tsunami” fluvial. En menos de 48 horas, autopistas, puentes y granjas sufrieron graves daños y docenas de animales perecieron ahogados. Los residentes no daban crédito al fenómeno. Jonathan Leidich, un estadounidense cuya empresa realiza recorridos turísticos por los glaciares vecinos, escaló el glaciar Colonia, en el margen oriental del Campo de Hielo Patagónico Norte y descubrió la causa de la misteriosa inundación: el lago Cachet 2 había desaparecido. El enorme lago glaciar de 3 kilómetros cuadrados había vertido sus 200 millones de metros cúbicos de agua en cuestión de unas pocas horas.
¿Qué sucedió? Los glaciólogos afirman que es un nuevo caso de “inundación por desbordamiento de lago glaciar” o GLOF (siglas en inglés de “glacial lake outburst flood”). La creciente tasa de descongelación del glaciar Colonia llenó de tal manera el lago que la presión del agua resultante provocó la formación gradual de un túnel bajo la superficie del hielo adyacente, por donde corrieron las aguas del lago. Desde el vaciamiento del Cachet 2, en 2008, el lago ha “desaparecido” en otras seis ocasiones.
Los GLOF no son, necesariamente, producto del cambio climático; de hecho, hace cuatro décadas ocurrió uno en el río Baker. Sin embargo, el innegable calentamiento observado en la última década repercutió en los glaciares de todo el mundo y los especialistas concuerdan en que el cambio climático incrementó la frecuencia e intensidad del fenómeno. El mes pasado, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) publicó un informe sobre los glaciares montañosos durante la cumbre del cambio climático celebrada en Cancún, México, y afirmó que los glaciares de Argentina y la Patagonia chilena están “perdiendo masa más rápidamente y durante más tiempo que los glaciares de otras regiones del planeta”. “La acumulación de pruebas científicas nos revela una clara tendencia que vincula la fusión glaciar con el calentamiento climático”, sentenció Achim Steiner, director ejecutivo del PNUMA.
Los glaciares del lado chileno de la Patagonia representan más de 90% de los campos de hielo de la región patagónica. Dichos campos están compuestos por dos capas no contiguas, el Campo de Hielo Patagónico Norte, donde se encuentra Cachet 2, y el Campo de Hielo Patagónico Sur, la tercera capa de hielo continental más grande del mundo después de la Antártida y Groenlandia.
Los datos muestran que desde 1995 la tasa de adelgazamiento ha aumentado más del doble, dicen los expertos. Estudios de la NASA muestran que los Campos de Hielo Patagónicos, que abarcan una superficie total de dos mil 500 kilómetros cuadrados, contribuyen con casi 9% al cambio anual del nivel marino ocasionado por los glaciares de montaña.
Los escépticos del calentamiento global señalan que algunos glaciares de la Patagonia permanecen estables, como el Perito Moreno de Argentina. Pero Gino Casassa, director de Investigaciones en Glaciares y Cambio Climático del Centro de Estudios Científicos de Valdivia, Chile, señala que el calentamiento global también puede ocasionar más lluvias o nevadas en regiones como la Patagonia.
“Hay pruebas científicas de un nuevo ciclo de actividad GLOF y no sólo en el lago Cachet. Los glaciares están derritiéndose y los lagos de toda la Patagonia están aumentando de tamaño —claro indicio del calentamiento global. Veremos estos eventos más seguido", asegura Casassa.
Casassa dice que, en parte, los glaciares patagónicos son más susceptibles al calentamiento global porque son dominados por los glaciares que desprenden grandes bloques de hielo a los lagos o el mar. También, otros efectos del cambio climático intensifican el derretimiento, tales como el descenso de la superficie de los glaciares. “A medida que el glaciar se adelgaza, el extremo superior se retira a elevaciones más bajas; en Patagonia, esto es a menudo unos cinco metros al año”, observa. “Cuando eso sucede, las temperaturas atmosféricas se vuelven más cálidas porque se está en una elevación más baja. Esto puede ser importante para acelerar el derretimiento de un glaciar”.
Los GLOF no son cada vez más frecuentes sólo en la Patagonia, sino en otros países del mundo que albergan glaciares de montaña. En abril pasado, un enorme bloque de hielo, del tamaño de varios campos de fútbol, se desprendió de un glaciar de montaña y cayó en un lago del corazón del Perú, creando una ola de tsunami de 23 metros de altura que inundó cuatro poblaciones, destruyó por lo menos 50 viviendas y dañó seriamente una planta depuradora de agua que daba servicio a una ciudad de 60.000 habitantes. Según el Instituto Goddard para Estudios Espaciales de la NASA, ese accidente ocurrió justo al terminar el verano más cálido que se haya registrado en el hemisferio sur.
Comparado con otros países, los expertos afirman que Perú está bien preparado para responder a inundaciones lacustres repentinas. La cordillera de los Andes peruanos ha sido testigo de más de 30 inundaciones glaciares, una de las cuales cobró las vidas de casi seis mil personas en 1941. Por ello, el gobierno peruano ha invertido millones para drenar o represar los lagos glaciares a fin de reducir los riesgos. Pero aun con sus importantes iniciativas para proteger a las entidades vecinas, el lago 513, en la ladera del monte Hualcán, colapsó como consecuencia del acelerado cambio glaciar del país. Un informe del Banco Mundial, publicado en 2009, señala que, debido a la creciente temperatura, los glaciares del Perú han menguado 22% desde 1975 y probablemente desaparecerán por completo en las próximas dos décadas, lo que podría provocar más inundaciones y acabar con la principal fuente de agua y energía hidroeléctrica de la población.
En las regiones Himalayas de Nepal, China, Bhutan, India y Pakistán, el Centro Internacional para el Desarrollo Montañoso Integrado identificó 200 lagos glaciares “potencialmente peligrosos”. Más aún, diversos científicos vaticinan que varios ríos importantes que se nutren del Himalaya —como el Ganges indio— experimentarán inundaciones glaciares masivas en los próximos años y, a medida que los cuerpos de hielo retrocedan, sufrirán de una grave escasez de agua que va a afectar a millones de habitantes en tiempos de sequía.
Combinación Peligrosa
Durante los eventos de GLOF en el Río Baker en la Patagonia chilena, considerado el río más grande de Chile en términos de volumen de agua, se puede elevar a veces hasta seis metros en algunas áreas. Históricamente se ha sabido que pueden aumentar el flujo del agua hasta 15.000 metros cúbicos por segundo. Leidich afirma que “el lago está aumentando de tamaño y las inundaciones son cada vez peores”.
Lo que más inquieta a Leidich y otros residentes es el efecto combinado que podrían tener un vaciamiento del lago cachet II con una serie de grandes y controvertidas presas que habrán de colocarse en el río Baker como parte del proyecto HidroAysén, avaluado en US$ 5.000 millones. Las compañías que impulsan el esquema (la italiana Enel y la chilena Colbun) esperan terminar las primeras estructuras hacia 2015, sin embargo, un accidente GLOF en las presas podría inundar la apacible y tranquila aldea de Tortel, de 512 habitantes, situada en la desembocadura del río Baker en el océano Pacífico. De hecho, en estos momentos Tortel está dando órdenes de evacuación a la población, toda vez que el nivel máximo de aguas del río Baker ha alcanzado nuevas alturas a consecuencia de estos acontecimientos. Un estudio del Departamento de Física de la Universidad Tecnológica Metropolitana de Santiago encontró que si una represa propuesta por HidroAysén para el Baker se resquebrajara, Tortel sufriría “consecuencias catastróficas” en menos de una hora. “Este proyecto va en contra del desarrollo y futuro de Tortel”, dice Bernardo López, alcalde de Tortel.
HydroAysén declara que han considerado en sus estudios de ingeniería los potenciales vaciamientos basándose en alrededor de 50 años de historia. Pero Alejandro Dussaillant, un experto chileno en hidrología en la Universidad de Greenwich en Inglaterra, que ha estudiado de cerca los vaciamientos del Lago Cachet y sus efectos en el río, le dijo a Patagon Journal que varios factores podrían superar las proyecciones de HydroAysén. “Hasta ahora hemos tenido ‘suerte’ porque no hemos estado en el peor de los escenarios, que sería que el Baker se rebalsara, hubiera un GLOF del glaciar Colonia y ambos ocurrieran durante la marea alta cerca de Tortel. Como ingeniero, tenemos que siempre considerar esos escenarios extremos”, explicó Dussaillant.
“Lo que ha estado ocurriendo hasta ahora no implica que será lo mismo durante los próximos 20 años. Existen cambios dinámicos que están ocurriendo desde la fuente de los GLOF, los glaciares y el sistema de corrientes de lagos desde el Lago Cachet 2, que deben ser estudiados en profundidad”, agrega Dussaillant.
Adicionalmente a las inundaciones, estos eventos transportan grandes cantidades de sedimento, que no sólo contribuyen a aumentar los niveles de inundación sino que además reducen la duración de la vida de la represa, al acumular sedimento en la reserva y potencialmente dañar las turbinas.
Brian Reid, un limnólogo que trabaja en el Centro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia con base en Coyhaique (CIEP), está conduciendo investigaciones regularmente en el Río Baker. Reid explicó que cuando ocurre uno de estos vaciamientos, el río no solamente aumenta en tamaño, sino que contiene el máximo de sedimento que puede. “La idea de construir una represa mayor en uno de los ríos más inestables del planeta me parece una locura. Considerando el riesgo que implican estos vaciamientos para el proyecto, las respuestas de la compañía en los procesos de evaluación medioambiental han sido completamente irresponsables”.
A pesar de las preocupaciones ampliamente compartidas de los científicos acerca de los riesgos de estos fenómenos glaciológicos asociados con las represas propuestas, la Comisión Regional Ambiental de Aysén aceptó en noviembre la visión de la compañía y los GLOF ya no son oficialmente un tema en el proceso de evaluación.
Por su parte, Leidich se ha reunido con senadores chilenos, ministros de gobierno y otros para buscar financiamiento para medidas de protección para campesinos y otros que viven cerca del Baker. Sus esfuerzos llevaron a la creación de un sistema de alerta temprana, llamado Proyecto Centinela, en octubre de 2008. Radios de alta frecuencia, que funcionan a través de paneles solares y baterías, se distribuyeron a la mayoría de las familias de la zona de inundación, para que pudieran recibir alertas. Pero Leidich dice que a largo plazo este programa no va a funcionar como debe, a no ser que reciba un financiamiento anual adecuado.
Mientras tanto, Leidich llama a HidroAysén una “blasfemia”. Las compañías dicen que con un sistema de alerta temprana funcionando, pueden soportar un GLOF de hasta 7700 metros cúbicos de agua por segundo, que es lo máximo que sus predicciones auguran que van a tener que enfrentar en el futuro. Pero Leidich pregunta: “¿Qué significaría esto para la gente que vive en Tortel y en la ribera del río cuando la represa tenga que liberar esa cantidad de agua? La respuesta: todos río abajo van a ser aniquilados.”
“Este lugar es un canario en una mina de carbón para el calentamiento global”, dice Leidich. “Si la gente quiere ver si el cambio climático es real, aquí está”.