Por Gonzalo Ossa
Durante el invierno del 2006/2007 en el hemisferio norte, un hecho sin precedentes dejó en shock a la comunicad científica. En el estado de Nueva York, Estados Unidos, miles de murciélagos fueron encontrados muertos en cuatro cuevas ubicadas en los alrededores de una de las principales urbes del mundo. De acuerdo a los antecedentes recopilados en terreno, se especuló con que muchos de ellos habían perecido fuera de aquellos refugios.
Esta hipótesis coincidía con observaciones que daban cuenta de un alto e inédito número de avistamientos de murciélagos en vuelo en dicha zona en pleno invierno, junto con un aumento de diez veces en la cantidad de ejemplares muertos del género Myotis, y que los ciudadanos habían enviado al Instituto de Salud Pública estatal.
Frente a la incertidumbre reinante, la voz de alerta corrió con rapidez y diversos centros de investigación a nivel nacional e internacional comenzaron a investigar las causas detrás de la masiva mortandad de murciélagos. Años después las dudas ya se encuentran totalmente despejadas: hoy se sabe a ciencia cierta que el causante de este desastre es un hongo psicrófilo (psyjros=frío / filia=amor), llamado Pseudogimnoascus destructans, el cual es originario de Eurasia, donde convive con los murciélagos en sus refugios.
De acuerdo a las hipótesis que se manejan, este hongo habría llegado a Norteamérica producto de la acción antrópica, al punto que habría viajado desde su lugar de origen en los zapatos de una persona para así instalarse en Nueva York. Lo que comenzó como un hecho fortuito, pero tan común a nivel global hoy en día, conllevó graves consecuencias. En apenas una década, este hongo ha eliminado más de siete millones de murciélagos, y ha logrado diseminarse por todo el país y fuera de sus fronteras para actualmente estar presente en 33 estados norteamericanos y siete provincias de Canadá. Y lo que es peor, continúa avanzando de manera tal que parece incontrarrestable.
Pseudogimnoascus destructans (Pd) ataca los tejidos mientras los murciélagos hibernan, causándoles molestias en patagios (membrana de piel que forma la superficie del ala) y hocico, generando las características manchas blancas que le dan a la enfermedad su nombre en inglés: White-Nose Syndrome (WNS). Esto provoca que los murciélagos salgan de su estado de hibernación, gastando sus reservas energéticas para terminar muriendo en vuelo o dentro de sus refugios. Hoy en día las especies afectadas por este hongo en Norteamérica corresponden en su mayoría al género Myotis, causando un sensible declive de especies comunes como Myotis septentrionalis, que ha pasado a encontrarse en estados avanzados de amenaza en términos de conservación.
La capacidad de Pseudogimnoascus destructans para trasladarse con facilidad de un punto a otro del planeta, junto a la detección del hongo en murciélagos migratorios como Tadarida brasiliensis, llevó a pensar a un grupo de investigadores que esta enfermedad podría llegar a presentarse en Patagonia y causar una catástrofe similar a lo que actualmente ocurre en Norteamérica.
Con el financiamiento del Rufford Fund for Nature –una beca para la conservación de la naturaleza– y a través de un trabajo en conjunto entre Thomas Lilley, (PhD) de la Universidad de Turku en Finlandia; Joseph Johnson, (PhD) de la Universidad de Ohio en Estados Unidos; y ConserBat, una empresa chilena dedicada al estudio de los quirópteros, comenzamos en 2016 un proyecto que nos permitiría por etapas conocer si el hongo en cuestión se encontraba presente en Chile y qué hacer para combatirlo o controlar su llegada.
Actualmente, la investigación se realiza en parte en el Parque Karukinka, en la sección chilena de la isla de Tierra del Fuego, donde se hicieron capturas de individuos de las especies Myotis chiloensis e Histiotus magellanicus, ambas especies no migratorias y que, por lo tanto, estarían hibernando en la isla. Los ejemplares capturados fueron examinados bajo la luz ultravioleta (UV) que permite detectar el hongo en los patagios. Además, se tomaron frotis con tórulas estériles (procedimiento que consiste en frotar parte del patagio del murciélago con un cotonito estéril para recuperar esporas u otro elementos presentes en la piel), que luego fueron analizadas en laboratorio para determinar la eventual presencia del hongo. Se les instaló también un radiotransmisor con el objetivo de poder identificar los refugios de los murciélagos en los bosques de Nothofagus, gracias a lo cual se determinó una gran aleatoriedad en el uso de diversos refugios debido principalmente a la enorme oferta de troncos huecos y agujeros.
Los primeros resultados del estudio confirman que las poblaciones de murciélagos en esta parte de la Patagonia están libres del temido WNS, pero al mismo tiempo se concluyó que son susceptibles de ser contaminadas. Por ello es que durante el 2017 comenzamos un monitoreo de las condiciones ambientales en diez cuevas y minas abandonadas a lo largo de todo Chile, para poder determinar si las condiciones dentro de éstas permitirían una eventual contaminación por el hongo y su capacidad de supervivencia durante el año.
Con mucho trabajo y análisis todavía por realizar, se espera que los resultados de este proyecto permitan sentar las bases de un plan de acción para evitar la llegada del WNS a Chile. Conocer la ecología y fisiología de las especies de murciélagos más australes del mundo es un elemento fundamental para protegerlos de enfermedades emergentes, así como también generar recursos para la protección de sus hábitats y dar a conocer su importancia ecosistémica a las poblaciones locales.
Para mayor información del proyecto, visita https://www.rufford.org/projects/gonzalo_ossa_0