La Patagonia, una de las últimas regiones del mundo con vastas extensiones de naturaleza intacta, alberga una extraordinaria geografía de montañas interminables, inmensos glaciares de hielo, volcanes nevados, bosques templados prístinos y cientos de ríos y lagos de color azul verdoso. Sin embargo, hoy, a pesar de los recientes éxitos en la ampliación de red de parques de la región, este asombroso paisaje no es lo que era. Siguen existiendo conflictos medioambientales.
Los científicos afirman que el lado chileno de los Andes patagónicos -que es más verde debido a las mayores precipitaciones que las zonas esteparias más secas que predominan al este en Argentina- es uno de los seis "puntos calientes" del planeta con mayor biodiversidad, mayor número de especies por descubrir y mayores amenazas humanas para esa diversidad. Los factores que impulsan la degradación medioambiental son muchos. Desde la construcción de la Carretera Austral, la mejora del acceso y los avances tecnológicos han acelerado el ritmo del cambio. La globalización económica y el constante apetito de las grandes empresas por el agua, los minerales, la madera y otros recursos naturales inalterados, hacen de la Patagonia un objetivo inevitable. Y en los últimos años, el aumento de la migración desde las ciudades impulsado por la sequía, el cambio climático, la especulación inmobiliaria y la pandemia del covid-19 están creando nuevas presiones de desarrollo.
Patagon Journal siempre ha sido una revista impulsada sobre todo por su amor a la naturaleza y a los lugares salvajes de la Patagonia. En diciembre de 2021, Patagon Journal cumplió 10 años publicando su revista. Como tal, pensamos que sería un buen momento para evaluar los retos a los que se enfrenta el medio ambiente de la Patagonia durante el resto de esta década. Para ello, consultamos a diversos líderes medioambientales, científicos y periodistas de Argentina, Chile y de todo el mundo, y en la edición actual de nuestra revista esbozamos una agenda medioambiental para los próximos 10 años.
En esta entrevista, nuestro editor ejecutivo, Jimmy Langman, conversó con Gabriela Simonetti, directora ejecutiva de Kauyeken, organización medioambiental que fundó y dirige desde el año 2013, y que se centra principalmente en la región chilena de Magallanes. También, es una de las principales líderes de Alerta Isla Risco, una campaña ciudadana que – tras 12 años de imparable activismo – logró detener un proyecto de minería de carbón a gran escala en la isla Riesco, frente a la costa de la Patagonia austral. Además, en 2020, Simonetti fundó la red ciudadana Sociedad Civil por Acción Climática Magallanes.
A continuación se presentan extractos de la conversación con Gabriela:
Patagon Journal: ¿Cuáles son para ti los problemas medioambientales más importantes a los que se enfrenta la Patagonia en lo que queda de esta década?
Gabriela Simonetti: El desafío es super amplio. Probablemente se me van a quedar muchas cosas afuera, pero diría que la generación energética y la salmonicultura, que son dos conflictos que se han mantenido con mucha fuerza en la región de Magallanes y que no pareciera que estamos avanzando al ritmo que hay que avanzar para resolver.
En Alerta Isla Riesco, estuvimos más de diez años trabajando para que se cerrara la minería del carbón y finalmente eso se logró, pero no por un compromiso del Estado; no ha habido un compromiso político para terminar con la explotación del carbón. Y digo esto porque lo que pasa en Chile es que el Estado es el dueño de los minerales, incluido el carbón, entonces es el Estado el que licita o concesiona el carbón para que este sea explotado.
En Magallanes tenemos cerca de 6 mil millones de toneladas de carbón, entonces es Magallanes quien tiene que empujar para que se termine. El gobierno no debe aprobar más proyectos que sean de explotación y de quema de carbón. Esa es una de las soluciones que nosotros planteamos, que haya un compromiso del Estado para terminar con la cadena de contaminación.
Magallanes es una región que se ha caracterizado por depender de los combustibles fósiles, de la extracción del carbón, del gas, etc., y tenemos que hacer una transición que nos permita llegar a esta energía limpia y renovable, que no dependan de los combustibles fósiles. Pero eso significa un cambio cultural tremendamente importante y hay que hacerlo a través de una transición justa que sea respetuosa con las culturas, los territorios, las personas que trabajan y las que se ven impactadas con el uso de combustibles fósiles.
La llegada de hidrógeno verde pareciera que ha abierto las puertas de otras posibles maneras de generar, almacenar y transportar energía en Magallanes, y eso me parece muy interesante en el sentido que hasta hace unos dos o tres años atrás, cuando tu hablabas de una energía distinta como la eólica y otras, éramos tratados de ingenuos, de antipatriotas, destructores del desarrollo. Y hoy, en cambio, pareciera ser que se ha entendido incluso desde los lugares mas reticentes y defensores del carbón. Han visto que existen otras posibilidades.
¿Qué debería hacer Chile para acelerar esa transición?
Yo no soy muy experta en políticas publicas respecto a energía, pero creo que el Estado ya lo ha estado haciendo. Gracias a unas reformas que se hicieron en el gobierno de Bachelet, ha aumentado mucho la energía renovable.
Además de los estímulos que ya está haciendo el mercado para las emisiones, creo que falta aumentar los impuestos a los combustibles fósiles. Chile tiene muy bajos impuestos, y por otro lado creo que lo que nos falta, es hacer una reforma al sistema de evaluación de impacto ambiental, que efectivamente incorpore mecanismos de medición de impactos mucho más eficientes de lo que han sido hasta ahora. Los proyectos aprobados actualmente no cumplen y el Estado no tiene capacidad de fiscalización, entonces termina siendo un círculo vicioso, donde el problema no es solamente qué tipo de energía se genera, sino que cómo se está generando. Por ejemplo, si un parque eólico se instala en un lugar donde no se hace cargo del impacto que tiene a las comunidades y al ecosistema, también es un mal proyecto.
Uno de los desafíos que tiene Chile es hacer una modificación al sistema de evaluación de impacto ambiental y hay una propuesta ciudadana y sindical que se hizo hace algunos años respecto de cómo modificarlo y yo creo que eso es clave.
¿Qué hay que hacer para frenar la expansión de la salmonicultura a Magallanes y al sur de la Patagonia chilena?
Hay una fuerte lucha para terminar con la salmonicultura que se ha venido a instalar de manera muy fuerte a la región. Hay comunidades, sobre todo en Puerto Natales y Puerto Williams, y las comunidades de pueblos originarios, como los kawésqares en particular, que han estado dando una batalla muy importante para terminar con la salmonicultura. Es curioso que las autoridades en Magallanes no vean que están trayendo hacia la región un modelo de desarrollo que es muy cortoplacista, y que ya ha tenido muy malos resultados en otras regiones del país. Entonces pareciera ser una apuesta que no tiene sentido desde ningún lugar que piensen a largo plazo. Porque no solo tiene impactos terribles en lugares ambientales y en los que se instala, sino que también tiene mucho impacto en términos sociales y económicos.
Entonces estamos hipotecando sistemas que son únicos y claves, no solamente para el bienestar de la población que habita o que se relaciona con esos lugares en términos sociales y culturales, sino que para la humanidad completa en un momento en que estamos en una crisis ecológica climática. Me parece que la protección de los océanos es tremendamente importante. Magallanes aún puede ponerle un freno a esto. El primer paso es que la salmonicultura salga por lo menos de las áreas protegidas, porque además funcionan como lugares que ayudan a las economías locales. Un área protegida marina permite que se conserven y se reproduzcan especies que luego son recursos para los pescadores artesanales, por ejemplo.
Yo pienso también que la salmonicultura es una amenaza dentro y fuero de las áreas protegidas. Es complicado que no entendamos que las especies no ven esas fronteras que nosotros vemos en el territorio y que se mueven de maneras distintas, y, por lo tanto, creo que la salmonicultura no es una actividad que tiene la capacidad de ser sostenible, todo lo contrario. Tenemos que aprender que sin protección de la naturaleza no hay desarrollo sostenible posible.
¿Qué otros temas crees que son importantes para la región?
Varios, pero son menos llamativos en términos de conflicto, como las especies invasoras que son un tema tremendamente importante en Magallanes, como el castor, el visón. No es un conflicto socioambiental directo, entonces no hay una confrontación entre comunidades y proyectos de inversión, pero si son problemas muy profundos que están cambiando ecosistemas completos, como Tierra del Fuego. Se están modificando cadenas de vida y ecosistemas completos por especies invasoras, y se está intentando hace mucho tiempo controlar. No ha habido todavía el impacto esperado.
La ganadería es otra de las principales amenazas a la conservación de la biodiversidad terrestre. El sobrepastoreo no solo ha hecho que perdamos biodiversidad, sino que ha hecho que las cabezas de ganado que existen en la región vayan decreciendo, son cada vez menos, porque cada vez las praderas dan menos alimento, entonces es un super buen ejemplo de que nosotros dependemos de la naturaleza en cosas tan concretas como las actividades económicas. Creo que hay que tener una mirada a largo plazo, que sin protección de la biodiversidad no hay desarrollo económico posible tampoco.
¿Una nueva constitución ayudará a Chile a avanzar en temas medioambientales?
Creo que una constitución ecología es clave para todo. Mas allá de Magallanes en particular, estamos en un momento histórico en construir una nueva constitución que va a ser nuestra guía, por al menos 3 o 4 décadas y tenemos la oportunidad de hacerla sabiendo que estamos enfrentando una crisis ecológica y climática. Tenemos la oportunidad de que esta constitución nos ayude a cambiar nuestra relación con la naturaleza, para no seguir profundizando en estas crisis.
Creo que eso suma una tremenda oportunidad va a ayudar a prevenir los conflictos ambientales que vengan en el futuro. Aquí hay que cambiar nuestra relación con la naturaleza si queremos tener un mínimo de garantía a acceder a nuestros derechos humanos fundamentales y creo que la constitución es clave para eso.
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