Por Juan Carlos Cuchacovich R.
Nota del Editor: Lo siguiente es la versión completa de un artículo de la Edición 12
El Código de Aguas, promulgado durante el año 1981, por irónico que parezca, fue decretado dentro la más ortodoxa planificación centralizada, creando un instrumento de regulación para el pleno establecimiento de la política económica, de claro corte neo-liberal, impulsada por la dictadura y su equipo ideológico. Dicho Código contempló la asignación vía mercado de los derechos de agua a perpetuidad, transables, sin justificación de causa para su uso y desvinculándola de la tierra. Este hecho motivó una carrera, de cuya velocidad Bolt estaría envidioso, que finalizó en pocos años con la asignación de, prácticamente, la mayoría de los ríos completos, a quienes presentaron las solicitudes correspondientes. El reparto de tan suculento botín, no tuvo consideraciones ambientales, de salud pública, de equidad, ni geopolíticas.